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09/07/2021

La diferencia entre estrella y deportista: la ética como factor clave

Por Susana Cámara Alesanco

D&C Consulting -Sport Reputation Program (SRP)

La mayor parte de la humanidad pensamos que un deportista de élite nace genéticamente cualificado para ello, depende de sí mismo dedicarse al deporte o no. No son Dioses, no dista de cualquier don del que cada uno de nosotros podemos disponer y del cual podremos o no hacer uso para dedicarnos a lo que queremos en nuestra vida, pero ¿qué diferencia al deportista del resto de profesionales? Su rentabilidad económica. Y, ¿de la estrella al deportista? La ética.

La trayectoria del deportista es extremadamente limitada en el tiempo, aun sin contar con el riesgo al que quedan expuestos si sufren una lesión que pueda comprometer su carrera profesional. Pero poco se habla de las trayectorias truncadas de grandes deportistas por comportamientos poco éticos o carentes de ética que supusieron su decadencia económica o, directamente, su ruina.

El deporte es parte del mercado económico global, de hecho, supone el 3,3% del PIB español. El “efecto deporte” irradia en innumerables sectores, por lo que la cifra de impacto en la economía, indirectamente, es aún mayor.

Sin ser el propósito profundizar en el importante papel que juega este sector en los números del mercado, sí que nos atañe el impacto de la ausencia de ética en la economía deportiva, tanto de los clubs como de los propios deportistas.

Cuando los espectadores vemos a un deportista, vemos el resultado de un estudiado y minucioso trabajo basado en el esfuerzo y la constancia, sin menospreciar el esfuerzo de las familias por exprimir esos “genes” del deportista que, evidentemente, no pueden pasarse por alto. Vemos cuerpos atléticos, fama y dinero a raudales; redes sociales no aptas para la envidia y lujosas relaciones idílicas que garantizan la descendencia perfecta y la garantía profesional una vez finalizada la trayectoria deportiva. Ahora bien, ¿qué hay de aquellos contratos publicitarios millonarios en la basura? ¿y de los resultados positivos en controles antidopping? ¿y de las vinculaciones en apuestas deportivas con sus correspondientes amaños? ¿y los escándalos de los contratos deportivos? Esto también es parte del juego del deportista profesional.

Cuando una persona se encarga de la educación de un niño en un campo basado en el sacrificio constante, donde la filosofía del éxito se basa en la perseverancia del esfuerzo, no debe olvidarse de que la lucha continúa una vez alcanzado el éxito. Cada vez más el deporte muestra una cara donde, hasta ahora, no se había hecho el inciso que merecía: el comportamiento del deportista.

¿Nos hemos planteado que tal vez esos profesionales a los que, incluso, idolatramos, no estén preparados para gestionar un gran número de ceros en sus cuentas bancarias y una vida con todo lujo de detalles? A muchos de ellos se les olvida de dónde vienen, el sacrificio de su familia y el esfuerzo físico y emocional en su propia vida para alcanzar el lugar que ahora ocupan. Eso también es parte de la formación de un deportista, saber gestionar el éxito. Esa es la esencia de un deportista y no de una estrella.  

Escándalos de todo tipo suelen rodear la vida personal de aquellos que, curiosamente, suelen ser los más admirados. Basados en que son intocables, disponen de los mejores profesionales en el terreno económico y legal con tan solo levantar un teléfono que probablemente ni ellos se tomen esa molestia. Muchos reflotan su caché por tener entre sus clientes gente de tan relevancia pública, pero nadie les informa de que su carencia de interés por gestionar su éxito puede llevarles a la más absoluta ruina deportiva, económica y social.

Las escuelas, campus y todos aquellos centros que se encargan de pulir esos pequeños diamantes tienen que trabajar en formarlos en algo tan sencillo como es la filosofía de vida del resto de los mortales: humildad, prudencia y esfuerzo.

Cuando se alcanza el éxito es cuando realmente comienza la batalla: mantener el nombre, revalorización del deportista, ser ejemplo de los que están luchando por llegar a donde estás, gestionar con orden tu economía pues la trayectoria es corta, rodearte de profesionales que velen por tu futuro no por el suyo, en esencia, mirar hacia atrás y que el sacrificio haya merecido la pena.

La realidad es que el dinero es lo que mueve a la humanidad, pero el dinero es tan volátil como una hoja en pleno mes de octubre. Fortunas que pensamos que son incapaces de desaparecer, desaparecen, y con la fortuna las falsas amistades, familias y esa vida idílica que se había planteado. ¿Es posible formar a un deportista en este ámbito? La respuesta no da pie a duda ninguna: SI.

Instaurar programas de ética basados en la casuística y en la formación básica de una gestión del patrimonio es factible. El éxito no está garantizado al 100%, obviamente, pero su necesidad es realmente palpable en el terreno deportivo.

¿De que sirve darle al balón, pedalear como nadie había pedaleado o meter triples a doquier si no son conscientes de sus vulnerabilidades por ello? ¿Alguien les ha explicado en algún momento que el sacrificio de no disfrutar con sus amigos por conseguir un sueño, apostar todo a una carta bajo el riesgo de una lesión fulminante que acabe con todo, se puede desvanecer más rápido de lo que piensan? La realidad es que no, o no lo suficiente. ¿Saben por qué? Porque ellos tienen un único objetivo: ser el resultado que todos vemos en nuestras pantallas de televisión, el resultado por el que pagamos por ver en vivo, el resultado de ese 3,3% del PIB español, el resultado que mueve miles y miles de millones, sin importar nada más, nada más a ese mundo volátil pero sí al del propio deportista.

La carencia de estos conocimientos ayudada de esas familias que apuestan todo a una carta, donde creen que sus hijos, nietos, hermanos, primos o sobrinos van a ser la estrella; esos amigos que apoyan; esas palmaditas en el pecho de los representantes públicos de las localidades de donde provienen las “mini-estrellas”; el alardeo de las personas más cercanas, no hace más que desproteger al protegido.

¿Cuántos padres hemos visto negociando los contratos de los hijos? A la cabeza nos pueden venir varios nombres, pero seguro también nos vienen varios escándalos.

Debemos concienciar al deportista, ser objetivos en su formación y llevar a la competición a personas que no solo están capacitadas físicamente para ello, sino también para saber gestionar su economía, posición e impacto social. Ellos deben asumir su responsabilidad. Su sueldo depende de la rentabilidad económica para el club como resultado, en gran medida, de su relevancia pública en la sociedad. Al igual que los contratos publicitarios que puedan alcanzar. ¿Qué quiero decir? Que seguir añadiendo ceros a su número de cuenta tan solo depende del deportista; que evitar escándalos en el mundo sólo depende de deportistas; que el balance final de su trayectoria sea, simplemente: ha merecido la pena.

El mundo deportivo es un mundo cosificado donde las personas son bienes que se intercambian por un precio, donde jóvenes con 20 años valen millones y cobran millones, pero no tienen la capacidad de gestionarlo. Están solos en un mundo desconocido por su entorno, lleno de riesgos y desconocimientos que pueden afectar significativamente a su carrera. Solo ellos saben el esfuerzo que hay tras su éxito, sólo ellos saben el sacrificio físico y mental que hay tras una carrera profesional en el deporte, por eso, sólo ellos saben como prepararse para no fracasar.

 


 
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