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06/05/2023

Los tres (3) enemigos de la gestión de riesgos

En materia de gestión de riesgos - de todo tipo-, podemos identificar tres (3) enemigos mortales, estos son: el sesgo cognitivo, la subestimación y el optimismo.

1.    El Sesgo Cognitivo: Explicado de mejor manera, el sesgo cognitivo al que nos referimos es el que se produce cuando una persona que tiene poco o nulo conocimiento o destreza en un tema o ejercicio piensa y actúa como si lo sabe o domina y no reconoce su ignorancia. Este escenario se conoce como el síndrome de Dunning – Krugger. En materia de gestión de riesgos, si la persona encargada de gestionarlo, determinarlo o decidir si se necesita desarrollar o aplicar una gestión, cree erróneamente que sabe lo suficiente como para valorar la existencia o no de un riesgo potencial, puede cometer el error de concluir que una situación que necesita atenderse no lo amerita y por tanto no se le prestará atención, con la inevitable consecuencia de materialización del efecto dañoso. Otra posible consecuencia del sesgo cognitivo, que a mi juicio seria la mas grave, es que la ilusión de conocimiento lleve, no a la omisión sino a la toma de medidas ideadas por quien supone que sabe, en cuyo caso el efecto dañino se multiplicaría ya que se están tomando medidas equivocadas que agravan o incluso generan otro tipo de problemas derivados de la errónea gestión. Cabe decir que esta situación no solo alcanza a los encargados de la empresa, púes el sesgo tambien puede afectar a quien resulta designado para la gestión ya que, conocido es, que el curso de la gestión del riesgo es dictado por la naturaleza de lo que se gestiona, lo que implica que el diseño de la gestión requiere inevitablemente un conocimiento profundo del hecho generador, por ello y como ejemplo, un riesgo normativo solo puede gestionarse correctamente en base a un proceso diseñado por alguien que conoce en detalle la normativa aplicable al tipo de actividad objeto del ejercicio preventivo.  

2.    La subestimación: Se infiere que la subestimación se relaciona con la infravaloración de una situación. A diferencia del “Sesgo Cognitivo”, quien infravalora puede tener el conocimiento que una determinada situación es potencialmente dañosa, y sabe tal vez que no tiene el conocimiento para abordarla pero, decide, en base a un erróneo ejercicio de valor, que los efectos de ésta representan afectaciones inocuas o leves que en algunos casos se perciben así porque equivocadamente las ubicamos dentro del rango de cobertura que da el “apetito de riesgo de la empresa” y por tanto, tolerable por decisión propia. Comprender correctamente el potencial dañoso de un hecho requiere sin duda de experiencia y conocimiento profundo del asunto del que se deriva la relación causa y efecto. 

3.    Optimismo: Gestionar los riesgos en base a la creencia de que nada va a pasar, lógicamente, equivale a no hacer nada. El riesgo “0” por definición no existe, de modo que la probabilidad de una ocurrencia opera en contra del “optimista”. Si bien ser optimista se percibe como algo positivo, ciertamente, pensar positivo no es igual a suponer que por serlo todo saldrá bien. Muy seguido se escucha que “el optimismo no es táctica” o que el “optimismo no es estrategia” y mucho de cierto hay en esto ya que, en materia de gestión de riesgos, los supuestos basados en elementos subjetivos nunca serán idóneos para sustentar una gestión.  Percibir las cosas desde una perspectiva de riesgo equivale a que muchos lo entiendan como “pesimismo” sin embargo, en este caso, vale aclarar, que no se trata sino de ser realista y objetivo para derivar en conclusiones igualmente objetivas y realistas.

En conclusión, cualquiera de estos “enemigos” de la gestión de riesgo tiene el potencial por si solo de anular el efecto preventivo, no se diga lo que podría ocurrir cuando se presentan más de uno, pero, si tenemos presente la existencia de estos factores y/o condiciones es muy probable que podamos evitarlas o tomarlas en cuenta como un elemento que pasaría a ser objeto de gestión preventiva.

 


 
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