Las principales inversiones en empresas emergentes se vehiculan a través de fondos de capital riesgo, ya sean de bancos o de firmas con esta vocación, y los requisitos que debe cumplir un negocio para llamar su atención trascienden cada vez más lo puramente financiero. Los inversores valoran y depositan su capital en aquellas empresas que respetan el medioambiente y las condiciones laborales, así como en las que se han integrado en la nueva economía low touch (bajo contacto), resultado de la minimización de las interacciones físicas entre personas en esta nueva fase poscovid-19.
“Los inversores apuestan por empresas que tengan en cuenta los factores medioambientales, sociales y de buen gobierno en sus políticas, ya que estas son más rentables”, afirma en el Podcast de Banco Sabadell Mariluz Castilla, asesora sénior en PwC y secretaria general técnica del Grupo Español para el Crecimiento Verde, asociación que fomenta la colaboración público- privada para avanzar conjuntamente en los retos ambientales a los que se enfrentan las corporaciones. “El futuro pinta negro para la empresa que no incorpore a sus reflexiones un análisis sobre la sostenibilidad”, añade.
Junto a la necesaria rentabilidad, los inversores ponderan –y mucho– los criterios extrafinancieros: los llamados ESG (Environmental, Social and Governance). O traducido al español: la inversión responsable, definida por la sostenibilidad medioambiental; el respeto del ser humano y de sus condiciones laborales; y por la transparencia, la ética y las buenas prácticas de gobierno corporativo.
La inspiración de esta tendencia se encuentra en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que figuran en la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Aunque este plan de acción fue aprobado en 2015, la pandemia del coronavirus se ha convertido en su elemento catalizador. El propio plan de recuperación de la Unión Europea acordado el 21 de julio de 2020 y dotado con 750.000 millones de euros, identifica como objetivos prioritarios aquellos que propicien la transformación del modelo productivo, que encaminen a la sociedad hacia una transición ecológica y que promuevan su digitalización.
Las empresas emergentes de campos como la telemedicina, el comercio electrónico, la biotecnología, la educación a distancia, la ciberseguridad, la movilidad y la eficiencia energética serán prioritarias para los inversores y las entidades financieras. Lo afirma Manuel Vicente, cofundador de Antai Venture Builder, empresa creadora de startups en ocho países.
Estos sectores integran la ya mencionada economía low touch, que ha experimentado un auge a raíz del distanciamiento social como una de las principales medidas anticovid-19. Manuel Vicente habla incluso de “un nuevo orden económico” que va a poner a prueba la capacidad de adaptación de todas las empresas.
La inversión en startups parece no verse afectada por la incertidumbre y los vaivenes que ha provocado la crisis de la COVID-19: en el primer semestre del año se estima una inversión de 578 millones de euros, solo 20 millones menos que en el mismo periodo de 2019, según El Referente, portal especializado en startups.
Goi es una de las empresas emergentes que sintetiza este espíritu, mezcla de innovación, digitalización, sostenibilidad y necesidades reales del mercado ante el auge del e-commerce por la pandemia. Se trata de una plataforma online con tecnología propia dedicada al transporte, montaje e instalación de mercancías voluminosas, como muebles, cocinas, mamparas de baño o grandes electrodomésticos.
Su modelo se apoya en una red nacional de colaboradores en todas las fases de la cadena de valor logística. Realiza seguimiento en tiempo real de los envíos, monitoriza la entrega y optimiza las rutas para reducir los plazos. Basado en el análisis de datos, Goi predicen qué días hay más flujo de circulación y obra en consecuencia para entregar y montar la carga de la manera más eficiente. Ahorra hasta un 25% en número de kilómetros recorridos. Además, como startup sostenible que es, defiende la economía circular y la propia empresa se encarga de desmontar el elemento que se sustituye, ya sea un mueble, una cocina o una televisión, y lo lleva a un punto de reciclaje. Moira Capital Partners adquirió recientemente cerca del 50% de la startup por 17 millones de euros.
La manera en la que una inversión en este tipo de empresas emergentes se materializa varía. Según la Asociación Española de Capital, Crecimiento e Inversión (Ascri), existen dos modalidades principales. La primera es por medio del venture capital, dirigido a empresas innovadoras que se encuentran en fase inicial. Requiere una menor cantidad de inversión, pero a cambio el riesgo es elevado por varios motivos: falta de información y ausencia de resultados históricos e incertidumbre sobre la aceptación del producto o servicio por parte del mercado. La segunda vía es a través del private equity, cuyos recursos se orientan a empresas en crecimiento o ya consolidadas.
Estas formas de inversión se ejecutan de forma temporal, con un plazo de entre tres y 10 años y, además de los recursos financieros, se facilitan importantes valores añadidos a la empresa emergente. Los fondos inversores especializados en este sector prestan asesoramiento, aportan credibilidad frente a terceros, procuran una profesionalización de los equipos directivos y abren puertas a nuevos enfoques del negocio. Una vez que las empresas han madurado, abandonan el nido y llega el momento de la desinversión por parte del fondo. Puede ser por venta directa a una compañía interesada, por recompra de acciones de antiguos socios, por una oferta pública de venta (OPV) o por la adquisición de otro fondo interesado.
Según la Guía de inversión responsable para el sector del ‘private equity’ y ‘venture capital’, elaborada por PwC, un 84% de las sociedades inversoras contempla ya en sus criterios de inversión los ESG antes mencionados. Las empresas financiadas bajo estos principios cuentan con importantes ventajas competitivas. Por ejemplo, el acceso a nuevos mercados, el ahorro de costes, la posibilidad de integrarse en la cadena de proveedores de grandes empresas, la facilidad para contratar con el sector público y una mejora de la reputación y de la marca.
Conviene distinguir entre las dos formas principales de captar fondos por parte de los negocios. La financiación supone una deuda que la empresa debe satisfacer en un plazo concreto y con un tipo de interés determinado. En la inversión, el grupo inversor se involucra e interviene en los órganos de gestión de la empresa de forma proporcional a su participación, así como en los beneficios obtenidos.
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