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01/10/2020

El 41% de los programas de gestión del riesgo de fraude son regulares o malos

Según un estudio privado, el 80% de los encuestados manifestó que había carencia de personal para lograr una gestión adecuada de riesgo de fraude en una compañía.

En los últimos 10 años, Latinoamérica ha sido protagonista de varios casos de fraude corporativo de alto perfil y gran escala mediática. Las investigaciones sobre estos episodios han concluido que muchos ocurrieron durante un período sostenido de tiempo, ya sea por meses o incluso años. A menudo estos episodios paralizaron a las empresas que los padecieron e, incluso, las hicieron desaparecer.

Esta tendencia ha acelerado el debate sobre quién es responsable de la gestión del riesgo de fraude desde una perspectiva estratégica, así como quién debe estar involucrado en la prevención, detección e investigación de fraudes en una empresa. Todo esto ha dado paso a una pregunta cada vez más común: ¿Qué mecanismos fallaron en prevenir o detectar a tiempo ese hecho?

Para dar respuesta a esa pregunta, Kroll, en conjunto con la Fundación Latinoamericana de Auditores Internos (FLAI) realizó un estudio en el que participaron 704 auditores internos de empresas de más de 500 empleados de todo el mundo.

Casi la mitad de los participantes manifestó tener desconfianza en los programas de gestión de riesgo o fraude de sus empresas. En concreto, los resultados mostraron que 41% de los encuestados calificaron como regulares o malos a los mencionados programas. No obstante, 35% opinó que eran buenos, 16,5% muy buenos y 2,53%, excelentes.

Adicionalmente, la investigación concluyó que 41% de las empresas declararon que el área que lidera los esfuerzos de cumplimiento o Compliance es la de auditoría interna. No obstante, a pesar de que el 91% de las empresas declararon que han trabajado sobre prevención del fraude, menos de la mitad contestaron que auditoría interna juega un papel determinante al momento de la toma de decisiones en las compañías.

El estudio también revela que uno de los principales motivos para no lograr una gestión adecuada de riesgo de fraude en una compañía puede ser ocasionada por la falta de recursos humanos capacitados a tal fin, pues el 80% de los encuestados manifestó que había carencia de personal para ejercer estas labores. De hecho, llamó la atención que el 15% en las empresas cuya nómina es igual o superior a 50.000 empleados, el departamento de auditoría interna estaba conformado por 15 personas o menos.

Esta tendencia observada especialmente en Latinoamérica, según el documento de Kroll, evidencia que hay una correlación entre las presiones económicas y laborales con la mayor probabilidad de que se cometa fraude. No obstante, afirman que esto se puede corregir con el fortalecimiento de las áreas de auditoría interna, y la contratación y capacitaciones oficiales de cumplimiento pues, de hecho, el 89% de los encuestados señaló un buen programa de compliance ayuda a detectar y prevenir actos corruptos o fraudulentos.

El 91% de los encuestados, por su parte, declaró que tenían al menos alguna participación en la evaluación del riesgo de fraude en toda la empresa. “A diferencia de esto, casi la mitad de los encuestados consideró que la auditoría interna no formaba parte de la toma de decisiones estratégicas en toda la empresa. Esto sugiere que, a pesar de que pueden tener alguna responsabilidad en la gestión del riesgo de fraude, la función puede sentir que no tiene un asiento natural en la mesa de toma de decisiones estratégicas o quizás la influencia para impulsar el cambio”, advirtió Kroll en el documento.

hora bien, todo este panorama llama la atención teniendo en cuenta que la recesión económica que se avecina en Latinoamérica, con caídas de PIB proyectadas en 9,1% en 2020 según el Banco Mundial, puede convertirse en una oportunidad predilecta para que las estafas y/o fraudes aumenten en las empresas, como suele suceder durante este tipo de episodios.

Juan Cruz Amirante, Director Ejecutivo Asociado de Kroll Argentina, explicó que en este contexto de crisis se conjugan con mayor frecuencia o facilidad ciertos factores que aumentan el riesgo y la exposición al fraude.

Entre ellos, cabe mencionar que aumentan las oportunidades para que una persona pueda cometer un delito ya que las nuevas condiciones de trabajo podrían aún no contar con los procesos de control y monitoreo necesarios. Esto se debe, según Amirante, a que los protocolos de los oficiales de cumplimientos y las áreas de auditoría interna vieron modificados radicalmente sus labores durante la pandemia.

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