Cada cuarenta minutos se comete en Castilla y León una estafa. Personas vulnerables, turistas y mayores son la víctimas favoritas de los timadores. El trilero, el tocomocho, la estampita o el nazareno forman parte del catálogo de puestas en escena de uno de los «oficios» más antiguos del mundo, que en los últimos tiempos ha encontrado un nuevo aliado: internet. Las nuevas tecnologías han disparado en cuestión de años los delitos y los ciberfraudes ya copan el cincuenta por ciento del total de los engaños denunciados.
Así, las nuevas tecnologías han abierto nuevas oportunidades de negocio ilícito para los «profesionales» del timo, pudiendo el autor proteger más su anonimato y hacerlo con menos molestias. Valga de ejemplo como una estafa tradicional requiere ganarse la confianza de la víctima, conocer sus datos personales para poder utilizarlos en su contra o una puesta en escena y caracterización, mientras que por internet un simple cebo a una tienda online falsa que esté operativa unas horas puede cazar a decenas de estafados a golpe de clic. Se calcula que los ingresos mensuales del leonés considerado como el mayor ciberestafador de la historia superaban los 300.000 euros.
Las modalidades son muchas. Las más populares son los fraudes de tarjeta de crédito a través de sitios web aparentemente auténticos de venta de bienes o entradas de espectáculos, que al realizar la compra se queda con los datos de la víctima y empieza a vaciar su cuenta. Otra vía es a través de correos electrónicos o mensajería que se mandan de forma masiva supuestamente remitidos por bancos o grandes empresas y en los que se solicita verificar datos personales para suplantar la identidad.
Además de los timos inherentes al uso de las nuevas tecnologías, están también los tradicionales que se han actualizado e incorporado las mismas al engaño. Están los clásicos en los que un vendedor oferta un bien y pide que se abone pero la mercancía nunca llega (este año fueron detenidas dos personas por varias estafas con vehículos de alta gama en Palencia, Segovia y Salamanca); los insensibles que suplantan a una organización de caridad que pide ayuda para un desastre humanitario; y los que traspasan el plano personal (conciertan una cita por internet y le piden dinero con cualquier excusa y desaparecen) o juegan con el miedo (amenazan con difundir información o material sensible o incluso le dicen a la víctima que han pagado por matarla y que quedarían en paz bajo previo desembolso), explican desde la Guardia Civil.
Las distintas variedades de ciberestafa sumaron en Castilla y León hasta 6.511 hechos conocidos en 2018 -últimos datos disponibles-, lo que supone un 41 por ciento más que un año atrás y 17 veces más que en 2011, cuando eran testimoniales, no llegaban a 370. Y podrían ser muchas más, ya que de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado admiten que las cifras reales de este tipo de delitos son difíciles de averiguar en cuanto a que muchos, por vergüenza o por falta de pruebas, no lo denuncian. Aun así, son las más voluminosas en el conjunto de la cibercriminalidad, seguidas, muy de lejos, por la amenazas (727 supuestos el año pasado) y la provocación sexual (263), de acuerdo con el registro estadístico del Ministerio del Interior.
Nuevas tecnologías aparte, lejos de las pantallas, cada día seis víctimas caen en timos tradicionales, entre ellos destacan especialmente los parados. Y es que en los últimos años otro factor ha contribuido al aumento de las estafas en términos generales, la crisis económica. Con ella, desempleados y personas con serias dificultades se han convertido en uno de los cebos favoritos de los estafadores, con ofertas de un atractivo anuncio de trabajo para el que exigen el pago de un dinero para obtener más información.
Los turistas y las personas mayores siguen siendo los otros grandes focos de atención de los estafadores, de acuerdo con la Guardia Civil. Hace unas semanas, eran detenidos en Burgos dos propietarios de residencias que engañaron a sus huéspedes para convertirse en sus herederos. Se hicieron con más de tres millones de euros. Son, además, los habitantes de edad más avanzada la presa favorita de aquellos timos en los que se hacen pasar por instaladores o inspectores no reclamados que les acaban pidiendo un pago por servicios que en verdad no hacen.
En los últimos siete años el volumen de estafas en términos generales se ha visto multiplicado por cuatro (las ciberestafas por 17) y ha aumentado en un doce por ciento el número de víctimas por timo, que se sitúa en torno a las tres. El perfil más habitual es de personas de entre 41 y 64 años, una edad que baja a entre 26 y 40 en el caso de los fraudes a través de las nuevas tecnologías.
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