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12/09/2017

Quitar el sofá, no es la solución

Articulo de Opinión: Por Juan Carlos Bajo.

Cuando era pequeño, mi padre contaba un chiste de aquella época en la que un vecino le advertía a otro que desde su ventana veía a su mujer haciendo el amor con otro hombre. A los pocos días se volvieron a encontrar y el agraviado comento que había solucionado el tema ya que había quitado el sofá.

No sé por qué, aquel chiste me ha venido repetitivamente a la cabeza, pero transcurridos los años, me he dado cuenta de que el chiste refleja perfectamente la forma de actuar de los españoles. Corregimos la situación, pero no eliminamos la causa.

Si analizamos las actuaciones de la clase política, sin entrar en la actuación específica de cada uno de ellos ni los partidos a los que pertenecen, podemos ver que desde que se generalizaron los escándalos de corrupción en los medios de prensa y la presión social se hacía insostenible, los políticos empezaron a transmitir que estaban tomando medidas: hemos aumentado las penas en el Código Penal, hemos creado nuevos tipos delictivos, hemos evitado que los delitos prescriban, son sus frases habituales.

También sacan pecho de que ayudan a la justicia en la investigación de los delitos, e incluso han creado códigos de conducta que exigen a sus militantes dimitir cuando son unas veces investigados y otras veces imputados, aunque a veces discuten en que momento deben dimitir. Con ello, se quedan tranquilos y, se autoconvencen de que son verdaderos adalides de la lucha contra la corrupción.

Sin embargo, todavía no se han dado o no quieren darse cuenta que la corrupción no se acaba simplemente metiendo a los corruptos en la cárcel. La corrupción sólo se acaba previniéndola y, cuando la prevención falla, castigándola. El mero hecho de que se aumenten las penas lo único que hace es que los sobornos sean de mayor cuantía para un mismo fin, habrá que pagar más para conseguir un contrato. Seguimos quitando el sofá.

Por otra parte, la satanización de los funcionarios tampoco es un elemento que funcione. Ahora ya no puedes tomarte un café con un funcionario, salir a comer con ellos en medio de una reunión de trabajo o mantener una conversación durante una licitación. El otro día me comentaba un concejal de un pueblo que le da pánico que un vecino, simplemente por cortesía, le invite a una caña en un bar, por si alguien piensa que la invitación es un acto de corrupción.

Y con estos mimbres pretenden acabar con la corrupción. Quizás algún día, se den cuenta que la corrupción sólo se acaba con liderazgo y prevención. Poniendo las medidas adecuadas a través de la implantación de un sistema de gestión adecuado que, sin impedir el normal funcionamiento de las administraciones permitan el juego limpio. Creo que deberían acudir a un curso sobre ISO 37001 para que entiendan lo que es prevención del soborno y que el éxito está en ella.

Parece difícil de que lo entiendan. El otro día me decía un político que no debían implantar un sistema ISO 37001 ya que si lo hacían transmitirían a la sociedad de que lo necesitan porque son corruptos. Seguimos quitando el sofá.

No obstante, me parece interesante ir observando como un gran partido político ha comunicado el nombramiento de un compliance officers; pero de nada sirve un compliance officers si no hay sistema de gestión, liderazgo de la dirección y, en resumen, ganas de atajar el problema en su origen.

Parafraseando la célebre frase de James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton, podríamos decir “La prevención, estúpidos, es la prevención”, porque si no, tendremos que recurrir a otro eslogan de la campaña de Bill Clinton del 92: “cambio versus más de lo mismo”, porque, de nada vale quitar simplemente el sofá.


 

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