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03/12/2019

Corrupción, sobornos, fraudes... La factura del mal gobierno en las empresas

El paseíllo por los tribunales de empresas, empresarios, directivos y ex directivos ha provocado la alerta de la CNMV. Las crisis de gobernanza no son nuevas en las compañías, pero ahora cada vez tienen una influencia mayor en los inversores y consumidore

Fuente: El Mundo

En el mundo empresarial hay un concepto que se denomina Buen Gobierno y lo contrario son prácticas irregulares que, en ocasiones, acaban derivando en algo muy parecido a la corrupción o en la corrupción propiamente dicha. El goteo de casos y noticias en los últimos días sobre empresas españolas y prácticas dudosas ha sido tal, que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) ha lanzado esta semana un severo comunicado en el que se confiesa preocupada por la manera en que puedan comprometer la imagen y la reputación de nuestro mercado de valores.

Sólo echando la vista atrás en las últimas semanas, el paseíllo por los tribunales de empresas, empresarios, directivos y ex directivos da una idea de la reacción del organismo presidido por Sebastián Albella: Antonio del Valle, empresario mexicano que fuera principal accionista del Banco Popular, ha declarado en la Audiencia Nacional por la deriva de la entidad que acabó desapareciendo; Francisco González, ex presidente de BBVA, compareció días antes en el marco del caso Villarejo, al igual que varios representantes legales de la entidad. Antonio Asenjo, responsable de seguridad de Iberdrola, ha sido imputado por su presunta vinculación con el ex comisario de Policía y luego está Mikhail Fridman. El magnate ruso propietario de la cadena Dia está siendo investigado por su actuación para hacerse con el grupo de supermercados y por su papel en la compra y posterior caída del Grupo Zed. Precisamente esta semana ha interpuesto una denuncia contra Javier Pérez Dolset, dueño de la tecnológica española, por falsedad y estafa procesal y, al mismo tiempo, Pérez Dolset lo ha denunciado a él.

Los escándalos corporativos no son nada nuevo. Siempre se han dado casos de fraudes, conflicto de intereses, sobornos o corrupción en el seno de las corporaciones, grandes y pequeñas. La diferencia es que ahora importan. Importan mucho. Dentro y, sobre todo, fuera de la empresa. El gobierno corporativo tradicional ya no es suficiente. Hasta ahora, ese gobierno tenía casi como único objetivo servir al accionista, pero estamos virando hacia un modelo que nosotros llamamos de gobernanza con G mayúscula, explica Jaime Silos, director de Desarrollo Corporativo de Forética, una organización que analiza la sostenibilidad y la responsabilidad social empresarial.

Esa G mayúscula implica que las compañías huyen del cortoplacismo y establecen sus directrices pensando en grande, a largo plazo y en ámbitos que van más allá de lo económico: el impacto en el medio ambiente, la repercusión en la sociedad, la ética de sus actividades...

El buen gobierno implica muchos elementos, pero algunos son básicos: que los órganos de administración sean independientes, que tengan diversidad -en cuanto a competencias, conocimientos, género de sus integrantes...- y que estén comprometidos con los objetivos corporativos y las estrategias de la firma.

Parece fácil, pero gigantes como Facebook, sin ir más lejos, no lo tienen tan claro. Cuando se analiza su caso puedes concluir que es una de las empresas peores gobernadas del mundo, aunque esa carencia la suple con sus buenos resultados económicos, apunta Silos. Advierte también de que, antes o después, compañías en esa situación se enfrentarán a un shock de gobernanza y sólo entonces comprenderán su verdadera importancia.

Otras lo hicieron hace tiempo. El año 2008 supuso un antes y un después en esta materia. Antes del estallido de la gran crisis financiera mundial, las crisis de gobernanza apenas tenían consecuencias en los mercados de capitales; ahora la factura es elevada.

Hasta 30.000 millones de euros le costó a Volkswagen el dieselgate, el caso que le estalló al fabricante de automóviles después de comprobarse que llevaba años instalando un software en sus vehículos diésel para falsificar los test de emisión de gases a la atmósfera. Otro gigante, Facebook, perdió 79.000 millones de dólares de capitalización bursátil tras el escándalo de Cambridge Analytica y más de 31.000 millones se dejó también Wells Fargo al revelar la creación de cuentas sin el consentimiento de los clientes para cumplir con los objetivos impuestos por la entidad, lo que supuso un desplome del 13% en sus acciones en 21 días.

¿Qué ha cambiado a raíz de 2008? Por un lado, la sensibilidad de inversores y consumidores, que ahora no pasan por alto comportamientos que consideran fuera de la ética empresarial; por otro lado, las redes sociales, que convierten lo invisible en visible, viralizan cualquier episodio que tenga que ver con malas prácticas de una firma y son capaces de crear problemas reputacionales del tamaño de la propia compañía. Y además se ha dado un enorme desarrollo de las competencias de análisis extrafinanciero, explica Jaime Silos. Firmas y analistas especializados en medir cómo de bien o de mal se dirige una compañía e incorporar sus resultados a las decisiones de inversión.

Para gestoras como Bestinver, este factor es fundamental, uno de los más importantes a la hora de tomar una decisión, y por eso le dedicamos bastante tiempo. Tienes que estar invertido con alguien de quien te fíes, con una estrategia clara, enfocada y que sepan lo que tienen que hacer para generar retorno al accionistas y al resto de stakeholders, explica Ricardo Cañete, gestor de la firma.

Asegura Cañete que cuando analiza un valor se fija en varios puntos, como que la persona que dirige la compañía tenga experiencia en el sector o en empresas similares; que su perfil sea el adecuado para el momento que atraviesa la compañía -no es igual un proceso de reestructuración que uno de expansión, por ejemplo- ; que entienda lo que es la creación de valor y no se deje llevar por modas y tendencias del mercado o de su sector. También comprueba la alineación de intereses en la remuneración de los directivos -que el bonus esté vinculado con la creación de valor- o que ellos hayan comprado acciones de la compañía, asegura. Y no se refiere a unas pocas acciones, sino a la inversión de una cantidad considerable de dinero.

Cañete tiene claro que hay correlación entre el buen gobierno y los buenos rendimientos de una inversión. Sin embargo, mirando el recorrido en el Ibex 35 de las empresas más afectadas por las últimas sospechas de malas prácticas, se observa que BBVA, por ejemplo, acumula una revalorización superior al 9% en lo que va de año, mientras que Iberdrola sube más de un 32%.

¿Es incompatible? No. Fuentes del mercado consultadas aseguran que no son comparables sus casos con los de otras compañías como Facebook o Volkswagen. En España son casos muy policíacos y mediáticos, pero no tienen un carácter sistémico ni institucional, apuntan. Son casos muy personalistas protagonizados por directivos que se han servido de sus corporaciones para intereses particulares y privados; la corrupción se personaliza en ellos y cuando la compañía los aparta de sus funciones, elimina gran parte del problema.

¿CÓMO SE DETECTAN?

Lo difícil, quizá, sea detectarlo. La CNMV elaboró un Código de Buen Gobierno que recoge, en forma de recomendaciones, los requisitos que las organizaciones cotizadas deben tener en cuenta a la hora de desarrollar sus modelos de buen gobierno. Su utilización es voluntaria, pero las compañías deben reportar anualmente su nivel de cumplimiento indicando las recomendaciones que cumplen totalmente, las que hacen parcialmente y aquellas que no cumplen -y por qué no lo hacen-. En teoría su aplicación no es obligatoria; de facto, sí.

Entre las cotizadas españolas, hay varias que lo están haciendo bastante bien y están liderando los índices de sostenibilidad a nivel mundial. De hecho, muchos inversores han entrado en el mercado español a través de ellas, afirma Jaime Silos. Entre las no cotizadas, el tamaño marca la diferencia. Las más grandes imitan a las del Ibex y aplican el Código de Buen Gobierno con algo de retraso; el problema viene con las pequeñas y medianas, señala el experto de Forética.

El coste de una crisis de gobernanza, en cualquier caso, es alto. Algunas se acaban llevando por delante a las compañías, pero otras se convierten en una oportunidad. Y en esto, el caso de Bankia es un ejemplo positivo, menciona Jaime Silos. Tuvo que empezar de cero, reformó su cúpula directiva, reconoció sus errores y aumentó el número de consejeros independientes. Más allá de sus resultados económicos, los cambios consiguieron relegar a otra época la imagen de la mano sobre la cerviz de Rodrigo Rato camino de la comisaría.

 


 
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