Diez años han pasado ya desde que se introdujo en la legislación española la responsabilidad penal de los directivos y la palabra compliance se incluyó en el vocabulario empresarial. Cinco desde que la reforma del Código Penal desarrolló los requisitos en materia de responsabilidad penal. Y no es hasta 2016 cuando las grandes empresas comenzaron a desarrollar de forma transversal y metódica sus planes de prevención legal.
Si este camino parece largo para una gran empresa, ¿cómo pueden adaptarse las pymes a los estándares en compliance y entender esta cultura a lo largo de toda la cadena de subcontratación o suministro? Es la gran pregunta que abordaron expertos del sector en el observatorio Claves para fomentar la cultura sostenible de compliance en las pymes organizado por EXPANSIÓN y la Fundación Elecnor.
En una economía cada vez más internacionalizada es fundamental que las pequeñas y medianas empresas se adapten a estos requisitos legales, explicó Pedro Enrile, secretario general de Elecnor, que incidió en la necesidad de que las exigencias legales tengan en cuenta la proporcionalidad respecto a los medios de los que disponen estas compañías. Luis Aribayos, director de Innovación y Transformación de Cepyme, coincidió en el diagnóstico y recordó que en España el 99,8% del tejido empresarial está formado por pymes, por lo que sería necesario adecuar el sistema de cumplimiento al tamaño y pedir al legislador que legisle para la mayoría.
Y es que aunque las grandes han conseguido interiorizar en este tiempo una cultura de cumplimiento, el 75% de los grandes casos de corrupción están relacionados de alguna forma con actos de terceras partes, ya sean partners, subcontratas u otras formas de colaboración. Los programas de compliance en las organizaciones van superando el cumplimiento normativo para adentrarse en el concepto de compliance social, donde todos los stakeholders -y no solo los accionistas- se verán involucrados y representados. Las pymes juegan un papel fundamental dentro de este esquema, apuntó María Hernández, socia de Eversheds Sutherland Nicea.
Se trata de una revolución cultural completa, no solo normativa sino ética. Lo explicó Javier Cendra, decano de IE Law School, que aseguró que solo el compliance que se integra en la cultura de las organizaciones es el que permite la sostenibilidad en las empresas y que no supone solo una obligación legal, sino un posicionamiento para contribuir al bien común.
Es esa línea ética, y no solo de cumplimiento, la que argumentan las grandes empresas, muchas de las cuales ya han empezado a exigir ciertos estándares a sus subcontratistas independientemente del tamaño que tengan. Tenemos muy asumido que debemos ser socialmente responsables, recordó Rafael Fauquie, director de Asesoría Jurídica y Cumplimiento de Endesa, que explicó que las pymes son parte de un entramado empresarial en el que también las grandes pueden tener responsabilidades por su relación con éstas.
Es fundamental ayudar a las pymes para que puedan asumir los mismos principios y procedimientos que requieren nuestros clientes y los estándares internacionales, de forma que toda la cadena de subcontratación comparta una misma cultura de compliance sostenible, resumió Pedro Enrile.
Desde Cepyme van más allá para hablar de las microempresas, muchas formadas por un solo empleado, en las que la introducción de sistemas de compliance es mucho más sencilla y aporta valor a la hora de encontrar clientes.
Así, las empresas tienen una labor también de difusión de esta cultura de cumplimiento, de facilitar la integración de los procesos en las pequeñas y medianas empresas con las que trabajan y mentorizar y monitorizar estos planes. Así se contribuye a una visión integral de lo que es el compliance: penal, de competencia, de protección de datos o tributario, entre otros, explicó Fauquie, que hizo hincapié en lo importante de generar sinergias y aplicar muchos procedimientos comunes entre departamentos y también entre todos los stakeholders.
Los terceros son muy importantes, coincidió Hernández y no solo para que las pymes cumplan, sino también porque a las empresas se les exige para poder tener un atenuante o eximente que hayan hecho todo lo posible a efectos de que sus terceros puedan estar provocando esquemas fraudulentos. Un riesgo que se multiplica con las relaciones empresariales en el extranjero y que puede afectar a materias tan diversas como los derechos humanos.
Esta visión de conjunto es, según De Cendra, también una cuestión de adecuación a los estándares de las nuevas generaciones. Nuestros alumnos tienen muy claro las empresas en las que no quieren trabajar, conceden un valor extraordinario a los valores éticos, su contribución en el desarrollo sostenible y el bienestar de las sociedades en las que operan, explicó.
Es un proceso de transición. Si hace diez años el compliance entró en la agenda empresarial, ahora forma parte de una cultura de sostenibilidad y responsabilidad que implica a todos y de la que las pymes deben ser partícipes. El compliance se ha convertido no en una obligación jurídica, sino en un tema de supervivencia, concluyó De Cendra.
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