Autora: Ana Muñoz Vita
La semana pasada se extendió el bulo de que el Gobierno había eliminado la Filosofía del currículo educativo. Pero la realidad es otra: la asignatura pasa a ser obligatoria en segundo de Bachillerato para todos los itinerarios, mientras que antes solo la cursaban quienes elegían Humanidades y Ciencias Sociales. Por su parte, en la ESO, pasa a ser obligatoria la asignatura de Valores Cívicos y Éticos, que incorpora parcialmente los contenidos filosóficos. Hasta ahora, Filosofía era optativa en cuarto de la ESO, lo que desaparece es a nivel general, y las comunidades podrán decidir si la recuperan. Algunas regiones, como Madrid y Cataluña, de hecho, ya han adelantado que así será.
Sea como fuere, la polémica ha puesto sobre la mesa la relevancia de la Filosofía. Una materia que va mucho más allá del ámbito académico y que planta su semilla en campos tan diversos como el mundo de la ciencia o el de la empresa. “Gracias a la filosofía nos hacemos las preguntas que nos permiten innovar”, comenta Sira Abenoza, experta en filosofía y empresa de Esade. Si las compañías tuvieran filósofos en plantilla serían personas que les harían cuestionarse su modelo de negocio, su finalidad, su propósito... “A través de esas preguntas podemos innovar”, apoya la docente. Una visión con la que coincide el coordinador del grado en Filosofía, Política y Economía de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), Enrique Ferrari: “La filosofía es una auditoría constante sobre tu forma de pensar, de proceder... Al final, la innovación es esta creatividad, plantear escenarios futuros y pensar en cómo resolverlos”.
Es esta clase de conocimientos lo que permite que las personas se diferencien unas de otras. “Siempre que vemos a los grandes gurús hablando de la importancia de las humanidades nos lo tomamos con simpatía, pero no dejamos de verlo como algo anecdótico. No debería ser así, es esta rama lo que nos hace evitar la homogeneización”, prosigue Ferrari. El académico va un paso más allá y comenta que es precisamente el interés por este ámbito lo que ha llevado a estas personas a hacerse un nombre dentro del ámbito empresarial. “Los gurús han desarrollado un estilo muy propio que les ha hecho líderes y les ha convertido en personas muy reconocibles”, añade el portavoz de la UNIR.
El decano de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Juan Antonio Valor, corrobora este punto de vista: a los profesores de filosofía nos invitan con frecuencia a dar conferencias sobre temas de actualidad a directivos del mundo de la industria y las finanzas. “Tenemos una capacidad que ellos no tienen para comprender lo que está ocurriendo en la sociedad, las cuestiones políticas, las relaciones laborales, cómo se estructura una sociedad...”, prosigue. Estos conocimientos son claves a la hora de tomar buenas decisiones, especialmente en un momento de incertidumbre. “Conocemos los elementos históricos que nos han hecho llegar a la situación en la que estamos. Por eso tenemos también cierta intuición de lo que será el futuro de las sociedades”, añade.
Pero esta teoría no se queda en palabras bonitas, sino que también se aterriza en casos prácticos. En concreto, a Valor le pidieron ayuda desde un fondo de inversión para encontrar a 30 doctores en Filosofía que incorporar al equipo. La idea era formar tándems integrados por un filósofo y un economista para que tomaran decisiones sobre dónde invertir. “No se trata solo de tomar decisiones empresariales o ver las cuentas de esa empresa, sino de entender la recepción que puede tener su actividad en la sociedad”, ilustra. Un ejemplo es toda la investigación que se está produciendo en relación al transhumanismo, la prolongación de la vida humana, el volcado de la conciencia computacional... “Habrá cuestiones éticas que bloquearán determinados desarrollos y favorecerán otros, pero eso no se lo puedes preguntar a un economista, eso te lo da la filosofía”, concluye.
Lo tiene claro Concha Roldán, directora del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IFS-CSIC) y presidenta de la Red española de Filosofía (REF): “Al científico puro lo que le pide su intelecto es llevar al máximo su desarrollo, pero como sociedad tenemos que pensar si debemos ejecutar todo lo que sea posible o si hay un deber por encima de ello”. Más que dar respuestas concretas, reconoce, lo que hace la filosofía es plantear las preguntas adecuadas para que no perdamos este marco de humanidad.
Pero esta capacidad de reflexión no se adquiere de la noche a la mañana ni a través de cursos exprés. “No hablamos siquiera de graduados en filosofía, sino de personas que han leído mucho y están constantemente estudiando”, puntualiza Valor. Pero tampoco se limita a una disciplina concreta: “Lo importante de la filosofía es que crea un ámbito filosófico en el que no participan solo los filósofos. Es un punto de encuentro en el que hablar críticamente desde diferentes ámbitos”, desarrolla el decano, físico de formación.
Es por esto que el filósofo José Antonio Marina lamenta que se haya reducido a priori la oferta de Filosofía en la ESO, pues es la única etapa educativa por la que pasa obligatoriamente todo el alumnado. Esta disciplina, añade, también es útil desde el punto de vista empresarial porque estudia el funcionamiento de la inteligencia: “Las empresas repiten que hay que atraer y conservar talento. La filosofía de encarga de definir lo que es el talento y no se centra en su contratación, sino en su generación”.
En un momento de reajuste del trabajo, las humanidades y, en concreto, la filosofía, tienen mucho que decir. La transformación digital está haciendo que desaparezcan muchos empleos al tiempo que aparecen otros nuevos, pero el pensamiento crítico es una habilidad difícil de automatizar. “Una máquina no puede tomar una decisión sobre si algo es bueno o es malo”, plantea la profesora de EAE Business School Pilar Llácer.
Pero que una materia sea importante no es suficiente para asegurar su permanencia. Así lo reivindica Marina: “Las humanidades han retrocedido por presión social y porque los humanistas han defendido mal su territorio. Están tan convencidos de lo valioso de su trabajo que han pensado que el buen paño en el arca se vende. Y eso no es verdad. Hay que explicar por qué es valioso”.
Una cuestión de madurez. Marina alerta sobre la infantilización de la adolescencia: “No se trata de preguntar si están maduros para tomar decisiones, sino, puesto que tienen que tomar decisiones a esa edad, ¿cómo debemos enfocar la educación para que tengan la suficiente madurez?”.
Aprender a aprender. En un contexto en el que hay que estar actualizándose constantemente, especializarse en aspectos demasiado concretos no resulta útil. En su lugar, defiende Ferrari, conviene trabajar habilidades para estar en disposición de aprender constantemente. “Si entendemos la educación como algo que nos permite desarrollar nuestras capacidades al máximo, la filosofía tiene más sentido que nunca”, apunta el académico.
Formación complementaria. Si es cierto que los perfiles dedicados a la filosofía son cada vez más demandados en las empresas, esto no es suficiente para dar el salto al mercado laboral. Llácer recomienda a quien quiera tomar ese camino completar su formación con competencias en el ámbito digital. En su caso, un máster en informática y derecho.
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